FILOSOFÍA, MODA PRIMAVERA
¿QUÉ LEER?
Cada año se
publican cientos de miles de libros en inglés, en español, en chino... En algún
lugar han de aguardar millones de personas curiosas de leerlos o poseerlos. Hay
incluso fervoroso público que espera la continuación de su obra favorita. Pero
sólo un porcentaje básico de lo publicado tiene su venta asegurada. Además de
los éxitos en curso hay que arriesgar continuamente. Una parte de la apuesta
editorial ha de ir a la búsqueda de un «buen producto» —según múltiples
categorías de lo bueno, ¿quién no lo tiene claro?—
Millones de
personas serán consumidoras de un solo libro o de unos pocos, en su vida no
necesitan más. Una guía de viaje, un libro de cocina, una novela recomendada en
el instituto o un regalo incómodo. Es normal, el libro no es un instrumento de
trabajo válido para muchas personas. Tampoco pasa a ser un modo de ocio estable,
sobran alternativas. Otros, durante sus años de formación, llegarán a barajar
varias decenas de libros que guardarán probablemente siempre hasta que,
heredados, alguien los ventile en algún rastro. Una minoría de la humanidad es
lectora habitual, y, así, caen cinco, diez, o quince o veinte libros al año.
Algunos leen más, por hábito, por necesidad o por patología. La mayoría lee
novelas, algunos catan también los ensayos. Además de leer han de almacenarse
para las consultas, los intelectuales, los bibliófilos y el obligado
aprovisionamiento de las bibliotecas públicas (¡ay del libro que no se reedita!).
Uno de los
problemas centrales en esta jungla es perderse o tropezar o quedar
insatisfecho, porque ¿qué leer? Nadie mejor que el propio lector, si conoce sus
gustos y sabe lo que le conviene. Ése suele ser el problema. Están los
escaparates, los estantes, el manoseo, el hojeo y ojeo para decidirse. Una
pista, una frase, una sugerencia, un gancho, un reconocimiento... a veces
bastan para resolverse y para arriesgarse. El riesgo como emoción del buen
lector. Y la norma de leer un mínimo suficiente de páginas hasta dejar patente
que aquello es un intento fallido o hasta que, al contrario, nos atrape nos
interese o nos enseñe algo. ¡Qué diferencia entre leer indagando en las
inquietantes mudas líneas o leer subido al ritmo de un entretenimiento prometido!
Dos ideas de lectura totalmente distintas.
Entre el libro
físico y el lector físico hay todos esos espacios intercalados, submundos y
pasadizos que se han ido haciendo habituales y hasta en parte necesarios en el
mercado y el trasiego bibliográfico: las reseñas y las críticas de libros. Esta
misma que lees, lector, ahora. Y en tan variado mercado, con sus
correspondientes especialidades, y entre ellas, una: filosofía y sus imperios.
La cuestión a estas alturas sigue siendo la misma: ¿qué leer, y, concretamente,
qué, si me atrevo por el ensayo o por los temas filosóficos? Y yo qué sé
querido lector, si hay tanto y tan variado y tan constante que puede uno
marearse. Sin embargo, para evitar la parálisis del deseo o la modorra mental o
la insipiencia del simplificador que todo lo desprecia en medio del aprecio
universal, hagamos un corte, casi al azar, mejor: bajo la contingencia del
filtro de mis catas, que ellas sí están sujetas a su propio azar.
Recientemente,
anda por las librerías «Terror y libertad», de Paul Berman (Tusquets, 2007). Lo bueno de este autor norteamericano:
el análisis sobre las raíces profundas ideológico-religiosas que el rechazo del
fundamentalismo islámico hace a la democracia liberal de nuestro tiempo. Lo
malo: que éste va a ser un tema recurrente en lo que queda de siglo.
También: «La
existencia del mundo. Introducción a la ontología», de Reinhardt Grossmann (Tecnos, 2007). Lo bueno de este autor británico:
que no se corta un pelo para tratar de mostrar que además de un universo físico
hay un mundo no físico. Lo malo: que su concepción sobre el enfoque llamado
naturalismo frente al ontológico podría afinarse mucho más.
Más: «El cerdo
que quería ser jamón. Y otros noventa y nueve experimentos para filósofos de
salón», de Julian Baggini (Paidós,
2007). Lo bueno: cien sugestivos pequeños artículos que tratan de inculcar el
gusto por la filosofía. Lo malo: que no
en todos los intentos consigue levantar el verdadero vuelo crítico del
pensamiento.
Todavía: «La
razón salvaje. Lógica del dominio: tecnociencia, racismo y racionalidad», de Juanma Sánchez Arteaga (Lengua de
Trapo, 2007). Lo bueno de este autor español: el esfuerzo que hace por poner al
descubierto la parte de mitología y de ideología que toda ciencia comporta. Lo
malo: que la tesis global parece caer en el anarquismo gnoseológico.
Aún: «Ética
demostrada según el orden geométrico», de Baruch
Spinoza, en traducción, introducción y notas de Vidal Peña, con más notas y epílogo de Gabriel Albiac (Tecnos, 2007). Lo bueno: escrito siempre memorable
la de este judío-español-holandés del XVII, fuente de continuos descubrimientos.
Todavía estoy esperando que alguien escriba la continuación de esta gran obra.
Lo malo: aquí nada veo de malo, porque nos la traduce y comenta Vidal y nos la
recomenta y apuntilla Albiac, ¡difícil mejorar el fichaje!
Rematemos:
«Ciencia del bien y el mal», de Javier
Echeverría (Herder, 2007). Lo bueno: que el ensayo contiene una teoría
axiomática del bien y el mal; o sea, que es como intentar la continuación de la
«Ética» de Spinoza. Lo malo: que confunde a mi entender dos cosas, la primera,
la pretensión de igualar en un mismo nivel axiológico todos los valores
indistintamente: estéticos, epistémicos, morales, etc. La segunda, ligada a la
anterior, que desecha, como secundaria, la diferencia entre el ser y el
deber-ser. ¿Por alguna ineludible influencia postmoderna?
Con estos
comentarios basta ya para la primera sensación de vértigo, pero por si hubiera
algún contumaz lector, sepa ese señor o señora que además Tecnos ha reeditado
en 2007 a Locke: «La ley de la
naturaleza»; también a Hume:
«Investigación sobre el conocimiento humano» y en el mismo volumen
«Investigación sobre los principios de la moral»; y, acabando con un tercero, a
Nietzsche: «Fragmentos póstumos
(1869-1874)»; y Taurus paralelamente ha publicado de Giovanni Sartori, «¿Qué es la democracia?», y de Victoria Camps y Amelia Valcárcel: «Hablemos de Dios».
Así mismo… ¡Oiga,
cuánto tiempo cree usted que podemos dilatar esto! ¡Tenga un poco de mesura y
déjelo ya!, por favor.
SSC
24 de mayo de 2007
Publicado en: «Filosofía, moda primavera:
¿qué leer?», La Nueva España,
Suplemento Cultura nº 768, pág. V,
Oviedo, jueves, 24 de mayo de 2007. Versión similar publicada en «Eikasía. Revista de Filosofía».
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