Fernando Menéndez:
la araña escéptica tejedora de aforismos
Hilos sueltos
Editorial
Difácil, Valladolid, 2008
Hilos sueltos son algo más de ochocientos
aforismos, sin secciones, sin agrupamientos: «hilos» y «sueltos».
Bellamente
arropado, con la portada de Kiker, anunciadora de un trasfondo pasional, y con
el magnífico estudio introductorio de José Ramón González, que muestra nítidamente
las borrosas fronteras que separan al aforismo de los modos literarios vecinos
(máxima, sentencia, epigrama, adagio, reflexión, refrán...), estilo entre la
prosa y el verso, entre la poesía y la filosofía, entre lo claro y lo ambiguo,
entre lo certero y lo difuso, entre la verdad y la duda sugestiva.
Fernando viene
acompañado de una pléyade de autores, escogidos por él, y nos ofrece así degustar
los contrapuntos y constatar las encrucijadas poéticas. Doscientos ocho son
aforismos de treinta y cuatro autores,
como Bousquet, Bufalino, Gervaso, Spaziani o Mallet, y sólo un puñadito
escaso más renombrados, como Valéry o Cioran. La mayor parte, unos seiscientos
aforismos, son del poeta asturiano.
¡Nada más fácil
de leer, frases breves y al grano! Eso es lo que cabría pensar, pero sólo en
apariencia, porque requiere una lectura de continua interpretación y de mirada
concentrada y atenta.
Empecé a leerlo
como se lee normalmente un libro, golpe a golpe y verso a verso y con cierto
ritmo, pero me daba cuenta de que conectaba con unos fácilmente y que otros me
resultaban opacos, porque había que cambiar de esquema mental continuamente.
Necesitaba pararme y escanearlos. Después de varias páginas, de una masa
crítica de formas y mensajes recibidos, empecé a entenderlos en su goteo,
concediéndoles distintos valores de gracia, fuerza y modalidad. ¿Qué había
pasado?: que había encontrado la clave (mi clave interpretativa). Eran hilos, pero
en una telaraña donde iba y venía un artrópodo hilador artista solitario:
Fernando Menéndez, con algo de cínico ―en el sentido clásico: triturador de la
cultura―, algo de epicúreo, algo de estoico, en suma, un hijo sincrético de su
tiempo: apegado a un solo lugar, la búsqueda de la belleza, en el naufragio de
la vida y el islote de la poesía, entre el absurdo y la esperanza de las
pequeñas cosas dotadas de sentido, entre la candidez de mirar el mundo con
sorpresa y la vehemencia hacia muy poco –el amor, la mujer, la libertad, la
honestidad–, entre el equilibrio de la austeridad y la ley del deseo. Es decir,
un completo desorden.
Pero toda esta
anarquía, tan contemporánea, por otra parte, queda unificada por un colorido
que lo envuelve todo: el escepticismo, en su sentido más certeramente
filosófico, porque el escéptico clásico no sigue la anómala variedad pusilánime
que se ha cansado de conocer, al contrario, tiene tanta ansía de conocimiento
como cualquier académico, aunque repugna como ninguno los momentos dogmáticos, porque
es sólo buscador incansable de aquellas pocas verdades personales y directas.
Fernando navega en una agotadora ilusionante
búsqueda de la belleza: «No hay nada después de la belleza». Pero la belleza no
es la perfección: «Los tontos discuten sobre la perfección del mundo», y,
además, no nos engañemos: «El amor, como la belleza, son sencillas nadas».
Desde su
aforismo conmensura el horizonte de la muerte, siempre envolvente: «Nadie puede
ocupar tu lugar, excepto la muerte». Pero hay aún mayores temores en vida,
porque aunque «La muerte no te olvida nunca» «Temo a la soledad metafísica más
que a la muerte» y para cerrar el paradójico vivir: «El vacío, con la muerte,
se encamina a la plenitud».
Otro polo
cardinal de su inquisición crítica lo dirige hacia Dios: a veces un torso
materialista de Dios en «Dios sólo existe en la brújula», otras rompiendo el
sentido en «Acaso Dios no procede del simio», otras reventando su teología en
«De Dios a un monstruo hay sólo un paso» para convertirlo en mundano enigma en
«Más conservador que el poder es Dios».
Junto a estos
hilos visibles en la trama, muchos dedicados a romper las verdades metafísicas,
otros risueños raptos amorosos y cálidas discretas y provisionales esperanzas,
junto a pequeñas verdades que denuncian a la explotación, a la estupidez, al
político y a la impostura: «Los políticos mienten diciendo la verdad» o «Hoy el
arte más que arte es voyerismo».
Y todo, todo, transido
de verdadero escepticismo, a veces sólidamente expuesto: «Un criterio: el
relativismo crítico», o «Dedicarse a la utilidad de lo inútil», o «El
pensamiento contra el pensamiento único», o «Del dolor y la razón nacen los
hombres», donde la razón queda asimilada al dolor y viceversa. Fernando como
poeta busca la belleza de lo efímero, de lo condensado, del juego entre decir
lo mínimo y hacer del silencio la expresión de algún curioso secreto, y reducir
el poema a un nombre y éste a un punto y éste a la ausencia, como él mismo dice
en uno de sus aforismos. Teniendo
siempre en cuenta que «A veces el verso no tiene fondo, sino deseo».
Hay muchas otras
interpretaciones posibles; yo mismo constataba
no agotarlas. Y si «El hombre está hecho
de puntos de vista a los que no puede renunciar», no quiero llevar a ninguna
interpretación cerrada lo que allí fluye y prefiero ponerme a salvo porque «La
estupidez de un crítico está en su convicción».
José Luis
Argüelles entrevistaba a Fernando Menéndez para La Nueva España el pasado 21 de
octubre, aunque ya un hábil, selecto y sutil blogero (Martín López Vega) lo descubría
antes que nadie en: diariosderayuela.blogspot, con un muy fino y bello
comentario.
En la literatura
filosófico-poética del aforismo habrá que contar en adelante con este autor
español de tres libros de aforismos,
cuyos «hilos» de ahora están muy a la altura de esos otros autores extranjeros ya
consagrados. Puestos a hacer una selección de favoritos, algunos brillarían con
la luz de los maestros de la palabra, en Fernando hiperbólicamente concentrada.
30 de octubre de 2008
Publicado en: «Fernando Menéndez: la araña escéptica tejedora de aforismos». La
Nueva España, Suplemento Cultura nº 818, pág. 4, Oviedo, jueves, 30 de octubre de 2008. Versión similar publicada en «Eikasía.
Revista de Filosofía».
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